Los grandes retos socio culturales inherentes al desarrollo y crecimiento poblacional que han tenido que afrontar las diferentes sociedades humanas a lo largo de su existencia, las han conducido a implementar medidas cuyos efectos no solo cambiaron el curso de su historia como especie, sino también, el de todas aquellas con las que convive. En ese sentido, los cambios tecnológicos surgidos de la búsqueda de soluciones a dichos retos, tuvieron un impacto tal que en el caso de la arquitectura, determinaron los parámetros que aún hoy la definen, tanto en su creación, como en la percepción que se hace de ella. Desde que se establecieron los cánones arquitectónicos surgidos de las principales escuelas europeas de arquitectura, pocas cosas han cambiado, mas allá de las formas y las intenciones. Sin embargo, y pese a los cambios y vicisitudes sorteadas, resulta inevitable hablar de una arquitectura latente y discreta que se ha negado a desaparecer y que ha encontrado eco en algunos profesionistas y académicos dedicados al quehacer arquitectónico, pero sobre todo, en sectores sociales ajenos al rubro, a saber, la arquitectura en tierra.
Manifestación arquitectónica surgida desde épocas remotas y en lugares tan diversos como el Oriente medio, en el caso de los sumerios, o América central, en el caso de los mexicas, la arquitectura en tierra logró trascender hasta nuestros días, convirtiéndose en una alternativa constructiva para diversos sectores sociales. Sus formas simples, la relativa sencillez de las técnicas constructivas que pueden aplicarse, y sobre todo, el hecho de que el material empleado provenga, sin más, directamente del suelo natural sobre el que nos sostenemos, la han convertido en una opción asequible para los sectores más vulnerables de la sociedad, al menos en México; y quizá ésta sea la razón por la que ha sido ignorada y criticada por otra gran parte de ella, incluidos arquitectos y constructores. Y si bien dicha postura es hasta cierto punto comprensible dada la demanda cada vez mayor de construcciones a base de concreto armado y otros materiales de origen industrial, la desvalorización que se ha hecho de ella a nivel académico, resulta altamente cuestionable considerando que ésta engloba valioso conocimiento, aún aplicable, para quienes han decidido construir con este material.
Aunque las formas en las que se ha utilizado la tierra o suelo para construir no han cambiado sustancialmente a los largo de los años, los trabajos e investigaciones existentes en torno a ello no hubiesen sido posibles sin el conocimiento recabado y transmitido por generaciones de familias dedicadas a la construcción con este material. No puede haber mejoramiento o evolución del conocimiento si el existente no se salvaguarda y difunde. Adicionalmente, la anteposición que se ha hecho de la arquitectura proveniente de las ciudades por sobre aquellas manifestaciones emanadas de contextos ajenos a ellas -es el caso de la construcción con tierra-, ha significado, por un lado, pérdida de conocimiento ancestral, y por otro, desvalorización de la cultura que le ha dado origen. Las poblaciones humanas resilientes que siguen utilizando la tierra como material para edificar sus hogares ven en ella no solo la forma de respetar sus costumbres, fuertemente enraizadas en entornos predominantemente rurales, sino como una salida ante la falta de recursos económicos para construir.
El incuestionable valor de la arquitectura en tierra como solución económica y atemporal en la construcción de viviendas se ve acrecentado por sus cualidades ecológicas, siendo un material que al usarse en crudo no genera desperdicios que afecten al medio natural, mostrando además, de acuerdo a numerosos estudios científicos, tener las cualidades suficientes como para satisfacer los requerimientos estructurales de viviendas unifamiliares mientras éstas se construyan siguiendo los reglamentos existentes. Al respecto, resulta importante indicar que aunque en México no se cuenta con un reglamento oficial asociado al tema, a nivel global existen documentos en lengua castellana de gran importancia, como es el caso de la norma peruana E.080, en la que se establecen los parámetros mínimos indispensables para la construcción con tierra y sobre la cual se han basado otros reglamentos y guías de construcción no oficiales. Aunado a lo anterior, las cualidades térmicas que ofrece la construcción con tierra, debido a su capacidad de guardar el calor del día -explicado por el espesor requerido de sus muros-, lo que le permite fungir como calefactor natural durante las noches frías, le han hecho ganar cierta popularidad en sectores sociales tradicionalmente distantes al uso de este material.
Sumado a lo anterior, la asociación histórica que se ha hecho entre la tierra y construcciones poco estéticas se ha visto actualmente diluida gracias al trabajo de algunos arquitectos que, yendo contracorriente, han apostado por el uso del ancestral material en sus propuestas. Es así que al día de hoy se cuenta con notables ejemplos de edificaciones con tierra, algunas de las cuales han sido incluso merecedoras de importantes reconocimientos dentro del gremio.
La arquitectura en tierra es, y seguirá siendo, una apuesta segura ante los embates de una realidad cuyo futuro se vislumbra desesperanzador si no se modifica la forma en la que se usan y explotan los recursos disponibles y de los que dependen además otras tantas especies animales, algunas de ellas consideradas ya como individuos sujetos de derechos por su condición de seres sintientes.
